Agradece tus retos: son la llave para que realmente crezcas

Es necesario el ruido para valorar la paz del silencio, y hace falta la noche oscura para dar valor al amanecer renovador.

Nuestra naturaleza humana está repleta de desafíos y retos, y pocos pueden ser los dias en los que no se presentan situaciones donde nos sentimos incómodos, fuera de nuestra zona de confort o incluso en el umbral del dolor emocional. Los retos son parte de la experiencia humana y son realmente inevitables.

Lo interesante es observar cómo algunas personas logran ser felices sin importar el ambiente que los rodea, y otros no. ¿De qué depende eso? De nuestro ambiente interior. Podemos estar rodeados de un cielo azul, de un verdadero paraíso en la tierra, y aun así vivir un infierno, o, por el contrario, podemos vivir en condiciones precarias, o enfrentar múltiples desafíos y aun así vivir en un estado de gozo y felicidad.

En la India vive uno de los hombres más felices del mundo en medio de condiciones de pobreza extrema y un trabajo con alta exigencia física. La razón por la que él vive en un “cielo” es porque puede apreciar todo lo que tiene a su alrededor. Da gran valor al amor de su familia, a las manifestaciones de cariño de sus hijos al regresar a casa después de un duro día de trabajo, al plato de comida sobre la mesa cada día y al tener un techo sobre su cabeza cada noche. La gratitud, que es una de las emociones más elevadoras que un ser humano puede experimentar, nos invita a permanecer conectados con nuestro ambiente interior. Y desde ese lugar de expansión podemos mantener la alegría y el gozo sin que las condiciones externas determinen nuestro estado de ánimo.

Muchas veces no logramos experimentar gratitud por el presente porque nuestra mente nos mantiene anclados a viejos patrones que no nos dejan disfrutar lo que vivimos. El pasado puede llegar a tener poder sobre nosotros si permitimos que las viejas experiencias tiñan nuestra realidad. La mente es muy poderosa, y puede sacarnos de nuestra conexión con nuestro propio ambiente interno, arrastrándonos en un mar de pensamientos asociados a situaciones pasadas o futuras, que pueden hacernos sentir desdichados y angustiados.

El valor del contraste y el cambio como constante

Una gran sinfonía puede ser armónica a nuestros oídos, no solo por el valor de las notas que la componen, sino también por los silencios que las separan. Se hace necesario el sonido para valorar el silencio. La noche para dar valor al amanecer. Así que si todo tiene un sentido en el contraste que me produce la experiencia de los opuestos, ¿por qué no dar valor también a los momentos de retos que traen fuertes tormentas y turbulencias a la vida? Así podemos entender el valor de la paz y la tranquilidad.

Las mismas leyes del universo nos muestran el constante cambio que éste vive. El universo se encuentra en un estado continuo de cambio. Jamás se detiene. De la misma forma, los retos que se nos presentan día a día no se detienen, e intentar evitar que ocurran no es solo imposible, sino que además representa un desgaste significativo de energía.

Y en general, es en las épocas de cambios más turbulentos, lo que algunos llaman crisis, donde se dan las mayores oportunidades de crecimiento y evolución. Analiza la historia y te darás cuenta que las crisis han traído detrás la semilla de un gran avance evolutivo, la evidencia de un cambio de trayectoria. Así que, si la crisis ha tocado a tu puerta en diferentes etapas de tu vida, dale la bienvenida. Es la hermosa manera en que la vida nos invita a seguir evolucionando, renaciendo continuamente a nuevas versiones de nosotros mismos.


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